El fin de la guerra civil, 1939, supone una ruptura cultural, una gran corte intelectual. A partir de entonces en España se crean dos literaturas: al del exilio y la del interior, que prácticamente vivirán incomunicadas casi hasta los años sesenta. La poesía es quien mas sufre esta ruptura ya que existía, como hemos visto, un grupo de poetas los del veintisiete que ya habían publicado importantes libros y casi todos ellos eligen el exilio.
Es curioso constatar cómo algunos de los fenómenos que aparecen en la post guerra ya se daban en los años anteriores a la contienda: adopción de formas métricas tradicionales, como el soneto (Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Luis Rosales), o la aparición de la poesía religiosa (recordemos la revista alicantina El Gallo Crisis, donde empezó a escribir Miguel Hernández). A partir de 1939 se produce un empobrecimiento de esta rica tradición poética y la poesía de esos años podemos caracterizarla por la aparición de temas sacros o heroicos y por el alejamiento de las corrientes extranjeras, tan presente hasta entonces.
Los hitos más importantes son la aparición de la revista Garcilaso (1943), que defiende una poesía neoclásica, intimista y nacionalista aunque encontramos en ella dos tendencias, una que aboga por la poesía pura, el arte por el arte y otra que apoya una poesía lírica. La revista se caracterizó por su retórica trasnochada y por su insistencia en formas clásicas, como el soneto. El miembro más representativo de este grupo fue José Agustín Goytisolo vio así a estos "garcilasistas":
Es la hora, dijeron, de cantar los asuntos
maravillosamente insustanciales, es decir,
el momento de olvidarnos de todo lo ocurrido
y componer hermosos versos, vacíos, sí, pero, sonoros,
melodiosos como el laúd,
que adormezcan, que transfiguren,
que apacigüen los ánimos, ¡qué barbaridad!
Ésta es la historia, caballeros, de los poetas celestiales, historia clara y verdadera, y cuyo ejemplo no han seguido los poetas locos que, perdidos en el tumulto callejero, cantan al hombre, satirizan o aman al reino de los hombres, tan pasajero, tan falaz, y en su locura lanzan gritos, pidiendo paz, pidiendo patria, pidiendo aire verdadero.
En 1944, un año importante porque Vicente Aleizandre publica "Sombra del paraíso", Luis Cernuda "Como quien espera el alba" y Dámaso Alonso "Hijos de la ira". Libro de poesía existencial y de crítica social, antecedentes de la posterior poesía comprometida. Con poemas tan importantes como el inicial "Insomnio".
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las ultimas estadísticas)…
Mujer con alcuza :
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?…
En la novela, los vencedores rompen con la tradición anterior. Podemos considerar que la historia de la Novela Española de la post guerra se inicia en 1942 con la publicación de "La familia de Pascual Duarte", de José Cela. Al igual que "Hijos de la ira", dicha novela pone de manifiesto lo más sórdido de la sociedad española del momento. Es una narración con reminiscencia clásicas en su estructura y procedimientos narrativos y tiene una clara relación con la picaresca. La obra cuenta facilita su existencia. Esta novela fue calificada de "tremendista", término que inventó
Antonio de Zubiaurre y que designaba al nuevo estilo realista "que acentuaba las tintas negras, la violencia y el crimen truculento, episodios crudos y a veces repulsivos, zonas sombrías de la existencia… respecto al lenguaje desgarro, crudeza y, en alguna ocasión, una cierta complacencia en lo soez".
En 1945, Carmen Laforet obtiene con "Nada" el primer Premio Nadal. La crítica de la época lo elogió mucho (Ignacio Agustí: "un gran libro", "un libro oportuno, de una oportunidad asombrosa"). La novela cuenta las andanzas de una joven, estudiante en la Universidad de Barcelona, en los primeros años de la post guerra, que convive con unos familiares desquiciados por la contienda. Así como sus intentos de evasión, al relacionarse con sus compañeros de estudios, lo que nos muestra un contraste de vidas y la final insatisfacción de la protagonista, Andrea. Esta obra habría que vincularse tanto al Existencialismo como al Neorrealismo, tan en boga en aquellos años en Europa.
Otra novela interesante es "El camino", de Miguel Delibes, publicada en 1950. En ella aparece un lenguaje nuevo y narra los recuerdos de infancia de un niño, Daniel, en un pequeño pueblo castellano. Novela costumbrista y con un final con mensaje conservador, pues, en la disyuntiva que se le ofrece al protagonista de ir a estudiar a la ciudad o seguir el oficio de su padre, quesero, el cura del pueblo responde con esta frase: "La felicidad no está, en realidad, en lo más alto, en lo más grande, en lo más apetitoso, en lo más excelso; está en acomodar nuestros pasos al camino que el Señor nos ha señalado en la Tierra. Aunque sea humilde". Novela, de todas las formas, de muy agradable lectura y con episodios realmente, graciosos.
Al comienzo de los años cincuenta aparecen cuatro preciosas novelas. En 1951, Rafael Sánchez Mazas publica "La vida nueva de Pedrito de Andía", que narra los años escolares y los amores infantiles de un hijo de la burguesía vasca de comienzos de siglo. Ese mismo año su hijo Rafael Sánchez Ferlosio publica "Alfanhuí", una extraña novela llena de imaginación y fantasía. Y un año de estante tradición nacional. Tres aspectos de esta novela pasaron luego a incorporarse a la novela social: la concentración del tiempo (dos días y una mañana), la reducción del espacio (Madrid, el café) y el protagonista colectivo.